El testimonio de dos médicos cubanos que fueron inhabilitados para el ejercicio de su profesión durante más de cinco años por canalizar ante su Ministerio inquietudes salariales de 300 profesionales de la Salud Pública. El Dr. Jeovany Jimenez Vega autoriza y agradece la divulgación de toda opinión o artículo suyo aquí publicado.

Archivo para febrero, 2019

Cuba: el abstencionismo como único castigo posible.

A las puertas ya del referendo oficial sobre la nueva Constitución, que se realizará en Cuba mañana domingo 24 de febrero, la pregunta se impone: ¿cuál sería el modo más efectivo, para un votante descontento, de manifestar y hacer valer su desaprobación?

Tengamos en cuenta que previamente, durante meses, el gobierno cubano se ha esmeró en una campaña de propaganda pública y subterráneo terror, ensañándose contra una oposición política que ha polemizado y denunciado con sincera preocupación todo lo que en la nueva propuesta, a su criterio, profana decenas de derechos humanos.

No ha hecho nuestra oposición otra cosa que ejercer de ese modo su natural derecho a expresar de forma abierta su desconfianza, y debido a ello ha sufrido –confirmando de paso con hechos concretos aquello que denuncia– una nueva ola de amenazas, detenciones y allanamientos contra sus activistas que proponen el NO como la elección más digna.

Pero ante la disyuntiva tengamos en cuenta el escenario: mañana decenas de miles de urnas se abrirán a lo largo de todo el país, en locales elegidos y preparados para tal fin por el gobierno cubano. Si usted, elector de a pie, decide votar mañana, lo hará con un lápiz y nunca con un bolígrafo –una pésima costumbre mantenida por el régimen cubano en cada proceso electoral desde que tengo uso de razón– y por lo mismo su voto carecerá del poder indeleble de la tinta, lo cual significa que, opte usted por el SÍ o por el NO, habrá emitido un voto susceptible de ser adulterado con facilidad hasta por un niño de cinco años.

Además recuerde que toda la cadena de custodia de estas urnas estará exclusivamente a cargo de las autoridades –entiéndase Partido Comunista y Seguridad del Estado– sin mediación de auténticos observadores internos ni externos, y por lo mismo sin la mínima garantía de honestidad, pues hasta ahora ninguna de estas dos alas represivas de la dictadura cubana ha tenido jamás la valentía de permitir nada que se parezca a una supervisión imparcial, ni mostrado transparencia, nunca ha rendido cuentas públicamente con sinceridad sobre sus gestiones, ni pretendido objetividad de resultados.

En una sociedad permeada por el terror a la disidencia de ideas, donde el Gran Hermano omnisciente y omnipresente mira, escucha, olfatea y toma nota de todos tus pasos, donde la paranoia alcanza niveles irrespirables y el reflejo condicionado social, por instinto de conservación, percibe un simple acto de civismo como algo criminalizable –y por lo mismo como delito punible– siempre será extremadamente difícil, si no imposible, evaluar la verdadera opinión del pueblo.

Ante esta situación el elector descontento sólo cuenta con dos alternativas excluyentes: asistir a las urnas y marcar NO –o en su lugar boicotear de algún modo su boleta lo cual, en la práctica, implicaría lo mismo– o simplemente abstenerse de asistir.

La primera elección le ofrecería la “ventaja” del camuflaje, del mimetismo, de quedar de algún modo en paz con su conciencia mientras pasa desapercibido, pero podría en manos del gobierno su valiosa estadística, pues una vez haya firmado auténticamente en su casilla del registro de electores nada impediría que luego sea adulterada su boleta, firmada siempre con lápiz, a favor de los intereses del fraude.

La segunda elección, la abstinencia, sin embargo le pone un poco más difícil el asunto a los mafiosos, porque ya es otra historia falsificar la firma de alguien que nunca fue visto ante una urna y sostener que votó a la vez que públicamente ese individuo de modo rotundo lo niega.

De todo esto se desprende una conclusión cuya lógica se decanta no por el SÍ o por el NO ante la urna, sino por la ABSTENCIÓN definitiva. Una abstención masiva sería un escenario color de hormiga para la dictadura cubana porque la mostraría en cueros en medio de su masturbación mental y la expondría públicamente con toda su ridícula connotación.

Mañana asistiremos a una farsa montada en condiciones de laboratorio, a uno más de los recurrentes despliegues fetichistas de una Plaza que ya de “revolución” sólo ostenta a duras penas el nombre. Ni siquiera será creíble, y de hecho poco se juega en este lance la dictadura, porque sea cual sea la elección oficialmente presentada como resultado –e incluso imponiéndose el NO– muy poco o nada cambiarían las cosas en Cuba, pues la nueva propuesta en muchos puntos más bien propone francos retrocesos en cuanto a derechos humanos.

Sí, será una farsa más, y es cierto que poco importa una raya más en la piel del tigre, pero mañana 24 de febrero de 2019, una vez más tendremos ante nosotros una oportunidad real de tomar venganza y asestar nuestro público golpe de castigo a quienes con tanta alevosía nos arruinan y desgobiernan. Elegir cómo hacerlo será algo que usted, descontento cubano de a pie, tendrá que sopesar hasta ese momento a solas con su conciencia.