El testimonio de dos médicos cubanos que fueron inhabilitados para el ejercicio de su profesión durante más de cinco años por canalizar ante su Ministerio inquietudes salariales de 300 profesionales de la Salud Pública. El Dr. Jeovany Jimenez Vega autoriza y agradece la divulgación de toda opinión o artículo suyo aquí publicado.

Pidamos la palabra…

A la Dra. Adelaida Fernández de Juan.

Estimada colega:

Recién leo su escrito Medicina defendida, que circula desde el pasado agosto en la red. Antes de darme a la lectura advierto su nombre al pie, y como eso es signo de responsabilidad y coraje – arrestos a los que no se atreve quien se oculta en anonimatos – ya con esto, para mí, gana de antemano pues ante la sinceridad y la valentía, quien aquí le escribe siente reverencia, más allá de que comparta o no lo que postula. Como Usted, soy médico, graduado desde 1994, y encuentro en su escrito referencias a maltratos e incomprensiones, por lo que me gustaría llamar la atención sobre algunos detalles.

Durante el tiempo que ejercí la Medicina fui testigo de disímiles situaciones en las que algún trabajador de la salud maltrató, consciente o inconscientemente, a algún paciente o familiar. Esto es innegable. Pero tan innegable como esto, es el hecho de que por cada uno de estos maltratos de trabajador a paciente puedo recordar una decena de casos (sin hiperbolizar), en sentido contrario, sólo que estos, a diferencia de aquellos, muy pocas veces trascienden. Cuando un paciente se siente maltratado, con frecuencia se queja inmediatamente a los diferentes niveles del Sistema de Salud, del Gobierno y del Partido, pero casi nunca sucede esto cuando los maltratos – muchísimo más frecuentes de lo que se suponen – suceden a la inversa. Algunas veces el paciente ni siquiera se percata de su actitud, pues el agravio es asumido desde la profesionalidad por el maltratado, en este caso nosotros.

Sin embargo hay un punto en el cual discrepo con Usted o con cualquiera que lo sostenga. Cuando Usted se refiere al tema “… de los bajísimos y desproporcionados ingresos salariales, del menosprecio por la vocación, del trato realmente abusivo del cual somos víctimas y otras gravedades…”, enseguida da por sentado que “… no existe todavía posibilidad de paliar dichos males. Esto me transporta a épocas pasadas, en que nuestro sector estaba inscrito en la lista de los llamados presupuestados, o sea, aquellos que dependían completamente de la financiación del Estado. Este era el socorrido argumento para explicar por qué los salarios de nuestros profesionales de la salud eran tan bajos y no se podían aumentar de ningún modo. Pero pasó el tiempo, llegó la era de las misiones médicas en el extranjero y ahora vivimos una realidad bien diferente.

Cuba sostiene hoy misiones de colaboración médica en más de 70 países, lo cual le ha reportado durante los últimos años la impresionante suma de entre 5000 y 8000 millones de dólares anuales. Un rápido cálculo convierte 8000 millones de dólares – contra el CUP con que se nos paga nuestro salario – en 180000 millones de pesos anuales. Sólo con esto somos ya el sector económico más productivo de este país. Pero a estos ingresos millonarios (que superan por mucho incluso al Turismo, que genera unos 2000 millones) hay que sumar el aporte de las industrias Farmacéutica y Biotecnológica, erigidas como el tercer renglón exportable, después de las industrias del níquel y petroquímica. Queda claro: nuestro sector se ha convertido en la locomotora de la economía cubana, por lo que no existe una sola razón convincente para que se nos pague este mísero salario, equivalente de menos de 30 dólares, por todo un mes de trabajo.

Si me extiendo en las cifras, es sólo porque son sumamente elocuentes. Usted sabe, como yo, que ese extra de sensibilidad humana que pone nuestro trabajador en lo que hace no tiene precio, a pesar de nuestras grandes carestías, que tal vez desconozcan quienes nos juzgan, con sorprendente ligereza, sin conocer a fondo la gravedad del asunto. Usted, como yo, habrá hecho guardias médicas donde faltan medicamentos vitales, reactivos, película de radiografía y material gastable esencial; donde no disponemos ni siquiera de agua corriente, ya no para bañarnos en una guardia de 24 horas, sino aún para asearnos las manos; descansando en condiciones tan penosas que no las creería quien no las viera; comiendo pésimamente – por ejemplo, sopa clara y puré de papas, o harina de maíz y boniato hervido por todo menú – sabiendo de antemano que esa guardia no nos reportará un centavo para alimentar a nuestros hijos y sabiendo además, lo cual es más doloroso aún, que otros sectores tan estatales como el nuestro, que no generan ni por asomo los ingresos que como sistema generamos, están siendo muchísimo mejor remunerados.

Durante décadas hemos sido un sector pésimamente atendido. En mi caso personal, recuerdo que desde 1994 trabajé durante siete años con las únicas dos batas que me vendieran recién graduado, y confronto esto con otros sectores que han recibido uniforme y calzado completo cada año – algunos incluso cada seis meses – además de un extra mensual en CUC, aseo personal y alimentos. No me explicaría esto si no fuera aceptando, con dolor lo digo, una dura evidencia: a los responsables de atender este sector no les preocupa el bienestar de los nuestros trabajadores, ni el de nuestras familias, todo es cuestión de pura indolencia, de una proverbial irresponsabilidad, o de ambas.

Usted cita a otro periodista, Fernando Ravsberg, que como parte de lo que ya va tomando atisbos de cruzada, igual arremetía – según infiero de su escrito, pues no he podido acceder a dicho artículo – extendiendo la sombra del soborno sobre justos y pecadores. Lo leo y recuerdo, sin embargo, tan elevados ejemplos de conmovedora consagración; profesionales que no son segundos de nadie en cuanto a conocimientos se refiere, pero tampoco en cuanto a principios éticos; personas íntegras, que llevan su sabiduría a cuestas con una humildad que deslumbra, viviendo en medio de carencias que me avergüenza sólo recordar, y que sin embargo, preferirían morir antes que caer tan bajo. Sé que hay inescrupulosos entre nosotros, me consta y conozco su rostro, su nombre y apellidos concretos, no son ejemplos abstractos sino una realidad. Pero para mi orgullo y el suyo, Doctora, y quizás para sorpresa del señor Ravsberg, jamás serán la regla, se trata de vergonzosas excepciones. Eso me consta, y pondría ambas manos sobre el fuego por esa, mi gente desinteresada y honesta. Quien ande buscando árboles para leña, que levante la vista por encima de nosotros y hallará suficiente bejuco oportunista que cortar; pero cuando no se tiene coraje para tanto, es más cómodo y seguro emprenderla con nosotros, los de abajo.

Por decir palabras muy similares a las suyas, Doctora, fui estigmatizado, e incluso algún estúpido me acusó públicamente de estar “metalizado”, cuando soy de los convencidos de que el capitalismo está muy lejos de ofrecer una solución a los problemas del mundo, pero extenderme en este punto nos apartaría de lo que nos ocupa. Creo que es estúpido correr detrás de lo superfluo, siguiendo una cultura de consumo que me compulse a comprar un teléfono móvil todos los meses o un auto nuevo todos los años. Pero tan absurdo como esto es que Usted, después de 26 años de trabajo, esté sin un centavo a los tres días del cobro; que cualquier trabajador de nuestro sector al mediodía almuerce sin saber qué cenará en la noche; que ni por asomo nos alcance un “salario” ganado honradamente para alimentar a nuestra familia por más de una semana; que un especialista con 20 años de trabajo lleve su único par de zapatos rotos; que a lo máximo que podamos aspirar como médicos sea a una maltrecha bicicleta. Ante semejante cuadro, Kafka no sólo palidecería, sufriría con seguridad un infarto masivo con todas las complicaciones descritas por la cardiología. No pido la opulencia irracional, pero tampoco me merezco la existencia miserable a la que parecen querer condenarme.

Disculpe mis modales, me presento: soy Jeovany Jimenez Vega, vivo en Artemisa y soy especialista en Medicina General Integral desde 1999. Hace cinco años que estoy inhabilitado para el ejercicio de la Medicina en todo el territorio nacional por tiempo indefinido, desde octubre de 2006, por haber canalizado ante el entonces Ministro, Dr. José R. Balaguer Cabrera, el criterio de 300 profesionales de la Salud Pública sobre aquel irrespetuoso “aumento” salarial a nuestro sector a mediados de 2005. En el momento de mi sanción era yo militante del Partido – desde 1995 – y cursaba en ese momento el último año de la especialidad en Medicina Interna; inmediatamente fui expulsado del Partido y suspendido de mi Residencia, y varios meses después era inhabilitado, junto a un colega y amigo que me acompañó en aquella iniciativa. Los detalles de cómo se mintió a manos llenas para intentar legitimar nuestra sanción, los puede encontrar en el primer post de mi blog “Ciudadano Cero” (ciudadanocerocuba.wordpress.com), abierto desde diciembre pasado para denunciar esta injusticia y luchar por recuperar el ejercicio de la profesión que me fue usurpada.

Doctora: A pesar de todo, no lo dude, contamos con el respeto y el cariño de la mayoría de nuestros pacientes, y ya eso es un gran estímulo para continuar. Tanto como esto, me reconforta que haya profesionales como Usted, que no se resignan a mirar con indolencia la ignominia, sino que rompen el silencio y se comprometen con la verdad. Consagramos nuestra vida a la profesión médica, a ella nos debemos, pero esto jamás debe ser entendido como una renuncia a defender con altivez nuestros derechos. Vivimos orgullosos de nuestra sublime profesión, más allá de ese “… menosprecio por la vocación, del trato abusivo…” a que nos vemos sometidos por parte de quienes deberían velar por nuestro bienestar como trabajadores. No olvidamos jamás que nuestro juramento nos impone el deber de confortar al hombre en su enfermedad y su agonía, y de consolarlo siempre en su dolor, aunque en su delirio llegue a morder la mano que lo cura. En este empeño, Doctora, conservamos la frente en alto y el corazón abierto, que lo demás no importa. Téngalo por seguro, ya vendrán tiempos mejores.

Comentarios en: "Pidamos la palabra…" (6)

  1. Estupendo panegírico. Es una lástima que no haya particularizado un poco en la sanción que como militante del PCC fue objeto, porque supongo que hubo una reunión en el seno del núcleo donde tuvo o pudo ser invitado y donde, supuestamente se debatieron los motivos que arroparon la sancián de expulsión, la más drástica de los estatutos de esa organización. Me gustaría haber observado los detalles reclamados y si la sanción fue apelada por el galeno. Así mismo, dada su condición de militar en el grupo de Vanguardia de la Revolución, pudo o tuvo alguna vez que discutir estos términos que resalta en su apología, y si ocurrió, qué sucedió o si se esforzó en su caracter de comunista, de hacer valer su opinión hasta las más altas esferas de la dirección de la mencionada organización. Lo hizo ?. No lo se, no lo aborda, es lástima, pues el detalle de relativo a su expulsión no es abundado aunque es de vital importancia para comprender la verdadera conciencia del escritor.
    Gracias.

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    • Jorge: Mi expulsión del Partido es el único punto que no es discutible en esta historia pues siendo una organización política está facultada, dentro del radio de su membresía, a tomar decisione políticas y eso fué lo que hizo conmigo cuando consideró que lo que yo hice rompía con su línea. Ante la afrenta que supuso aquel «aumento salarial» yo, como el resto de los miles de trabajadores del MINSAP, pude elegir entre el silencio cómplice y acomodaticio o decir la verdad alto y claro, claro está, con todos los riesgos que esto tiene en Cuba. Yo opté por lo segundo, a sabiendas de todo a lo que me exponía y aquí me tienes. Ni siquiera apelé aquella sanción – que se me comunicó en el pasillo del hospital, no en reunión ordinaria o extraordinaria como está orientado, sino que la Secretaria del Partido se me arrimó y sencillamente vosiferó !firma ahí! – porque sabía de antemano la respuesta que se e daría y lo que se sabe no se pregunta, hubiera sido una pérdida de tiempo. Pero de tomar una decisión política a disponer mi expulsión de la especialidad primero y de mi trabajo después, tratándose de sanciones docente y administrativa respectivamente, va un enorme trecho. Si te refieres como apología a las palabras que le dedico a mis colegas te diré que todos los elogios para ellos serán pocos tomando en cuenta su calidad humana a pesar de los pesares. En cuanto a la conciencia del escritor, estoy afiliado al partido de los hombres consecuentes que es el único que existe además del de los simuladores y quiero el bien para mi patria. Saludos.

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  2. […] que muchas de estas verdades son ignoradas, no sé si voluntaria o intencionadamente, y que de saberse quizás algunos de los que critican se […]

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  3. […] Pidamos la palabra. GA_googleAddAttr("AdOpt", "1"); GA_googleAddAttr("Origin", "other"); […]

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  4. […] de excooperantes del sector de la Salud Pública cubana, que agobiados por un salario espurio y las penosas condiciones de vida, y no encontrando en absoluto otro medio de emigrar, decidieron abandonar alguna misión de trabajo […]

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  5. […] escribe correría cada riesgo hasta el final y lanzaría todas las batallas para redimirlos, porque es nuestro silencio el que nos mantiene en el fondo de este abismo; porque enfrentados a la indolencia cualquier polémica será mejor; porque vale […]

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